Sobre la mente humana

Artículo escrito por:
Miguel Pinuaga Portillo
Asesor en planificación y calidad personal para el éxito. Especialista en Neuromarketing y publicidad.
mipinuaga@gmail.com

El cerebro humano se ha formado a lo largo de siete millones de años, momento en que se separaron los que continúan siendo monos y los que, aprendiendo de la experiencia, vinieron a ser desde hace trescientos millones de años hasta la actualidad, Australophitecus Africanus, con una tercera parte del volumen cerebral actual, el homo habilis. Luego, el sapiens, con más inteligencia, aumentó sus conocimientos y su volumen cerebral.

La vida humana sobre la tierra comienza siendo un proto – pez, que antes era un tubo que flotaba por el que pasaban los nutrientes, que necesitó de una tubería para conducir su rudimentario sistema nervioso hasta un punto central de decisión y análisis del entorno, el primer cerebro. Millones de años de tanteos condujeron con lentitud a que esos nervios se dispusieran en módulos especializados. Alguno de ellos se hizo sensible a sustancias volátiles del medio, vitales para la supervivencia, y así nació el cerebro olfativo. Otros módulos aprendieron lo vital que era localizar la luz y nació otro cerebro especializado que llamamos ojo. Otro se especializó en mover con más precisión el cuerpo y nació el cerebelo. Todos juntos constituyen el cerebro del reptil, mecánico e inconsciente.

Luego aparecieron los mamíferos, que necesitaban más análisis y precisión en sus respuestas al ambiente, por lo que, aprendiendo, adaptándose, y creando más centros de decisión especializados e interconectados, esto compone el cerebro del mamífero. Uno de ellos al que llamamos tálamo, permite que los cinco sentidos trabajen y saquen una conclusión global, adaptativa e imprescindible para la supervivencia. La amígdala y el hipocampo que aquellos animales hubieron de construir para recordar los peligros que podían acabar con ellos, fueron memoria de datos vitales, sede del miedo, de la desconfianza, del pánico.

Pero esto no bastaba. Se necesitaba otro módulo que permitiera tomar decisiones complejas, y se desarrolló el hipotálamo. La complejidad de de estos módulos permitía unos mayores niveles adaptativos, el control endocrino y metabólico, como el termostato para mantener la temperatura. Todo este conjunto de centros nerviosos es el cerebro del mamífero al que se le llama Sistema Límbico.

La diferencia entre el cerebro reptiliano y este, son las emociones. El reptiliano no tiene emociones, el de los mamíferos sí, pues las emociones nacen y se procesan en él. Todavía no era suficiente para el desarrollo. Se necesitaba crear una cubierta de células que sirviera para ensamblar, coordinar y adquirir un nivel superior de análisis de la sabiduría conjunta de los cerebros, para adquirir conocimiento superior que permitiera mayor independencia del medio ambiente, y sumar la experiencia de tantos millones de años aprendiendo y sacando conclusiones: la corteza cerebral o neopalio; sin ella todo sería inconsciente, y permitió algo nuevo: lo consciente.

La conciencia, la corteza cerebral, no representan sino el 20% del cerebro actual y no puede ser independiente de los cerebros primitivos que siempre estarán influyéndola de manera decisiva.

Las necesidades de adaptación eran cada vez superiores y la corteza se hacía más extensa a medida que avanzábamos en la jerarquía animal, La corteza creció como consecuencia de un ambiente en el que era vital organizarse, aprender de la experiencia, pensar, sentir y todo lo relacionado con la comunicación; como el habla y las emociones.

De hecho, la palabra fue el salto definitivo, la separación de nuestra especie de otras. Así, nosotros tenemos un 40% más que otros animales. De tal manera que la frente hundida de los animales y de los homínidos anteriores a nosotros y por la presión de la corteza cerebral que empuja sin cesar en su expansión, cambió la forma de los huesos del cráneo y levantó la frente.

Los lóbulos frontales no entran a desempeñar plenamente sus funciones hasta los seis meses. Hasta los tres años y debido a que se está desarrollando el hipocampo, no tenemos memoria de largo plazo. El sistema límbico empieza a ser controlado por la corteza al año. Zonas parietales donde reside la comprensión de la palabra necesitan dieciocho meses para activarse. El área de Broca, organizadora y coordinadora del habla, madura después, en algunos casos, unos dos años y medio. Los lóbulos prefrontales, sede del control, de la conciencia de sí, de la síntesis, de la atención y de los valores, no madura hasta bien entrada la edad adulta.

El cerebro es tan plástico que, si a un niño se le quitase un hemisferio, el otro haría las funciones de este. Y si el ser no es cuidado y sufre una pérdida afectiva, aunque se recupera en apariencia, aparecerán trastornos de aprendizaje, y quizás hasta esquizofrenia. Tan plástico es que el ambiente fue creando nuestro cerebro: por eso del mismo modo lo puede destruir.

Cada hemisferio, aunque participa de las funciones y cualidades del otro, está especializado. Así el izquierdo nos hace materiales, dominantes e insensibles, también analíticos, lógicos, precisos, ejecutivos y con el captamos los detalles de las cosas. Nos ayuda a descomponer el conjunto en sus partes, aunque solo, no ve el bosque. Por el contrario, el hemisferio derecho nos hace amables, emocionales, acordes con el mundo natural, soñadores, procesando los datos con visión global, percibiendo con detenimiento las cosas. Con él elaboramos el miedo, las pérdidas y tenemos un pensamiento general. En el hemisferio derecho está la autocrítica. También la orientación espacial, junto con el hipocampo, tan desarrollado en los taxistas.

Otra función del cerebro es captar lo latente, las imágenes ocultas en el fondo complejo, algo que nos dejaron en herencia los primitivos homínidos. Es capaz de desarrollar una visión compleja porque trabaja muy interconectado con las diferentes partes, con los otros cerebros, es por lo que la inteligencia y la visión global es un fenómeno emocional, es experiencia y saber acumulado. Trabaja en equipo con los otros cerebros mediante conexiones de largo recorrido, por lo que puede construir conceptos polifacéticos amplios y abiertos, enmiendas y rectificaciones. Mientras que el izquierdo, lógico, racional, analítico, da respuestas cerradas, no rectificables ni capaces de prever que un árbol o muchos pueden ser un bosque o no.

Ambos son diferentes, como cada neurona lo es de las demás. El izquierdo, dado el tipo de trabajo que ha de hacer, tiene las neuronas y sus conexiones más apretadas porque así lo requiere la cooperación estrecha y rápida para ver los detalles.

Al cerebro, cuando le faltan datos, se los inventa y se deja engañar, es perezoso, rutinario y gregario. Al fin y al cabo, tiene un 80% de animal y ellos son gregarios y luchan por el territorio.

Cuando en los grupos se produce una intensa situación emocional que nos impide articular palabra, miedo escénico, es que los cerebros primitivos se están apoderando de las funciones asociativas y sistemáticas de la corteza. Aprender en grupo es ampliar y modificar nuestra inteligencia y funcionalidad cerebral, y sobre todo el hemisferio derecho y el hipotálamo sufren cambios profundos con ello. Se ha comprobado que, lesiones o atrofias en el hipotálamo, ocasionan que la persona se vuelva rutinaria y aplique siempre las mismas soluciones y muestre un aprendizaje rígido; no puede formarse y aplicar conocimientos en contextos diferentes. Muchas personas de estas características buscan recetarios y les encanta la formación que aporte fórmulas: que no es formación, si no reaseguramiento de su manera de ser y proceder.

Hablar se transformó en algo tan importante que ocupó los segmentos ya dedicados a las funciones visuales empujando el resto hacia atrás, la corteza occipital. Incluso se apoderó de las destrezas espaciales, que, dado el incremento de la inteligencia, eran ya menos necesarias.

Las funciones del habla se han extendido en mayor porción del hemisferio izquierdo que del derecho. Esta asimetría no la tienen los demás seres. Todo ello hizo de nuestro cerebro algo distinto. Aunque en algunos casos esa destreza en el hablar es síntoma del síndrome de Williams, o autismo de adulto; hablan con enorme precisión, pero carecen de empatía y comprensión de lo humano. Si algunas personas quieren ignorar estos datos es porque al hemisferio izquierdo le es difícil trabajar con la información del 80% del resto del cerebro: el reptiliano y el sistema límbico, donde residen inteligencias geniales pero animales. Ese hemisferio izquierdo, cuando es dominante, con tan buenas capacidades para analizar una contabilidad, construir un puente, hablar, ser ingeniero, es el que retrasa el progreso y el sentido común. Con él somos muy prácticos y ejecutivos, pero nunca veremos el bosque.

Debemos tener en cuenta que ganar parcelas a lo inconsciente, requiere una gran labor para que esta sabiduría se corticalice; quiere decir que este cerebro que viene evolucionando desde siete millones de años hasta la actualidad, es un sabio, manda información a la corteza, a lo humano, pero choca con el hemisferio izquierdo ignorante y arrogante, muy capaz para máquinas, números y acciones prácticas.

Lo que es ver, comprender o percibir, es fruto del trabajo global de todo el cerebro. Por ejemplo, se ha descubierto que ese cerebro especializado en los movimientos, el cerebelo, que cuando bebemos nos hace andar dando tumbos al anularlo con el alcohol, también nos ayuda a hablar y realizar un uso correcto de la gramática, lo mismo que nos provee del espacio y del tiempo, incluso contribuye a hacernos menos impulsivos y da coherencia a la función global. El rol del cerebelo es el modulador de las funciones mentales y sociales. Es por lo que los borrachos dicen y hacen tantas incongruencias.

Los cerebros prehistóricos, inconscientes, son los que nos permiten desarrollar sensaciones complejas como el miedo, amor, vergüenza. La memoria, la representación global de los sucesos personales la posee el hipocampo, porción del mamífero, ya que está conectado con todas las áreas corticales. La memoria definitiva queda en las redes asociativas de la corteza temporal y particularmente en la prefrontal, ya que no necesitan del hipocampo para la reproducción. Lo que quiere decir que la formación no es verdadera si no es continuada pues esta memoria tiene unas características a la de trabajo o temporal. Ya lo dijo Ramón y Cajal en 1894, que el aprendizaje verdadero ha de producir cambios en la eficacia de la sinapsis o conexiones entre las células; es por lo que el trabajo en grupo nos hace más inteligentes y aprender significa cambiar ideas, modos de hacer y cambios en la relación con uno mismo y con los demás.

En otra porción del mamífero, el núcleo caudado, residen los instintos y las memorias ancestrales. A una persona que se le extirpó 8 cm de cerebro, que incluía el hipocampo, ha quedado congelado en el tiempo, no tiene un antes ni un después, permanece en los 25 años, momento de la operación, habla de sus gentes como si estuvieran vivas, cree que tiene esa edad. Cada día ha de presentarse el investigador de nuevo, lo de ayer se le ha olvidado, es decir, siempre está entre extraños.

Los que tienen el lóbulo prefrontal dañado o poco desarrollado, no pueden ordenar temas complejos, no pueden planificar el futuro, tienen serias dificultades en la interacción social, en la formulación de estrategias, en la comprensión de teorías o aprendizajes nuevos unidos a ellas. Simplifican y son dogmáticos, cerrados y creen que su éxito es la gestión, eso ya lo tenían los homo hábilis que tardaron un millón de años en ser capaces de hacer algo creativo, como el hacha pulimentada.

En el estrés prolongado, en los episodios de guerra, en los menores abusados, en las mujeres maltratadas, en los ambientes crónicamente tensos, en todos ellos se encontró un 12% menos de hipocampo. Una cierta tensión vital es necesaria, pues ella descarga hormonas que incrementan la memoria y la alerta, pero bañadas por ella de continuo destruyen el tejido.

La memoria y el aprender son posibles porque las neuronas se juntan y se separan y se unen a otras nuevas. Aprender, cambiar y modificarse es activar genes específicos en los núcleos neuronales que codifican la síntesis de determinadas proteínas y neurotransmisores como el glutamato. Debemos sacar una idea de lo que deberían saber más las personas que forman, dirigen o enseñan a otras, del material que manejan: el ser humano.

Todo esto nos lleva a prestar una cuidadosa atención a los cerebros que nos precedieron y que ahora comandan el 80% de nuestra vida. El reptiliano, fue el primero y necesario para que aquel pez arcaico pudiera sobrevivir, con un sistema de alarma eficiente para la máxima competencia ante el peligro. Nos ha aportado un sistema de encendido, el sistema reticular que suelta la adrenalina en el cerebro y lo “enciende “. Tiene neuronas cuyas fibras son muy largas, van a la columna vertebral o atravesando todo el cerebro a la corteza, por tanto, pensamos también como peces primitivos. Las funciones vitales como dormir o la vigilia son gestionadas en ese nivel. También se encarga de hacer posible que, mientras hacemos unas cosas con la conciencia, sigamos pedaleando o cambiando de marchas en el coche. Otra parte se conecta con la corteza prefrontal y permite el pensar automático y nos avisa de lo nuevo, por instinto. Es vital, por tanto, aplicar estos conocimientos a la formación y a la dirección. Pensemos lo importante que va resultando saber que, junto a la pequeña sabiduría humana, 20%, nos acompaña la ancestral, y que necesitamos de entrenamiento para enriquecer lo humano: a ello va dirigido este método de formación.

Las enfermedades psicosomáticas, representan la acción de estos cerebros fuera de control. Son personas que hipo activan la corteza cingular anterior, encargada de distinguir entre estímulos internos y externos: que no saben lo que sienten, lo que padecen. Esta zona es la que más se desarrolla en la formación en grupo. Algunas personas cuya corteza cerebral tiene menos grosor en esta zona específica, no pueden saber lo que sienten y son víctimas somáticas de ello, otras no lo pueden ni admitir.

El cerebro está sumergido en sustancias segregadas por las propias neuronas, que tienen efectos muy distintos. Cada una de ellas está influenciada por el resto del cuerpo y por el ambiente.

  • La dopamina regula la motivación. En el Párkinson disminuye seriamente. Los niveles demasiado altos producen alucinaciones.
  • La serotonina: los altos niveles producen serenidad y optimismo, regula el sueño, el dolor, el apetito y la presión arterial.
  • La acetilcolina: regula la atención el aprendizaje y la memoria. El Alzheimer la tiene bajo mínimos.
  • La noradrenalina aumenta el nivel de respuesta física y mental y levanta el ánimo, la produce un centro concreto, el núcleo ceruleus, que es el centro del placer.
  • El glutamato es la sustancia que conecta unas células con otras y es esencial para las conexiones
  • Las encefalinas y endorfinas reducen el dolor y la tensión nerviosa, son las responsables de la calma.

Las emociones son útiles y adaptativas. Son el pegamento que mantiene todos los cerebros unidos y funcionando. Es más, el papel adaptativo de las emociones no se restringe a simples reacciones para sobrevivir y comunicarse, sino que constituyen un complejo proceso responsable de la capacidad de resistencia biológica y psicológica y con hondas repercusiones en la salud y el bienestar. Ellas regulan las células encargadas de nuestra defensa y a su vez actúan sobre los centros emocionales.

Nuestro cerebro depende también de factores como los genes, las complicaciones prenatales, las hormonas, los neurotransmisores, del daño cerebral producido por drogas, la educación recibida de los padres, el ambiente social, las dificultades para aprender, los problemas en el lenguaje, la influencia de los compañeros….

No creamos que la química del cerebro es simple, cada una de estas sustancias que hemos señalado, como la acetilcolina, en realidad son paquetes de 5000 moléculas cada una, que están dentro de la célula o son enviadas fuera.

Por tanto, es vital conocer hasta qué grado dependemos de esos cerebros y cómo dirigen nuestras vidas.

El hipocampo, parte del cerebro mamífero regula lo endocrino y lo metabólico, la presión arterial, la temperatura corporal, registra la información que llega de los niveles en sangre de colesterol, glucosa, las diversas hormonas, del sistema digestivo, tiene autoridad en las células de la sangre encargadas de detectar y destruir muchas de las causas de enfermedades infecciosas. El cerebro mamífero y la corteza cerebral regulan el sistema inmunitario, la depresión baja la actividad del sistema inmunitario y la alegría los activa. Ya podemos entender que la mente modifica todo el cuerpo y él mismo manda sustancias que modifican nuestro cerebro.

El ambiente está destruyendo millones de años de aprender lo mejor de la supervivencia.

Fumar empieza siendo un capricho inducido por el ambiente, que altera el gen D2R2 que impide que la dopamina se acople a las vías de recompensa, de tal manera, que cercena la corriente de placer que desataría este neurotransmisor al liberarse. Cada droga produce daños muy selectivos en el cerebro: todas dañan centros vitales donde residen el correcto funcionamiento del sueño, el control emocional, el placer, los valores y demás.

La emoción para que sirva a la supervivencia y a la adaptación y ponga en marcha la inteligencia propiamente dicha, necesita expresarse y ello requiere procesamiento cognitivo y expresión corporal. El desconocimiento de las emociones tiene serios peligros. Mucha gente a quienes tomamos por lógicos, analíticos e inteligentes pueden tener una grave enfermedad, la alexitimia, que se da fundamentalmente en los hombres y consiste en la incapacidad para expresar las emociones, signo inequívoco que la unión entre el área del procesamiento cortical de lo emocional y las regiones del cerebro que controlan la expresión y el habla, está inmadura.

En un psicópata, es decir, inmadurez cerebral grave, su amígdala no responde ante estímulos emocionales, su hemisferio derecho no se ilumina ante situaciones emocionales, por tanto, no le funciona para tener sentimiento de culpa o remordimiento. Puede mentir cínicamente y con su hemisferio izquierdo puede planificar la destrucción y el chantaje.

Simplificando, la realidad es que la inteligencia emocional, las funciones afectivas están localizadas en el cerebro mamífero, en la corteza prefrontal, en el cerebelo. La atención, que hemos localizado en la corteza prefrontal trabaja en sincronía con el hemisferio derecho.

Hemos de resumir que lo emocional, la atención y las funciones ejecutivas se han de conceptuar como diferentes aspectos de la conciencia, que a su vez depende del aprendizaje y muy considerablemente de lo que definimos como valores.

Cambiar, aprender es modificar el cerebro, pero requiere tiempo hasta que queda almacenado. Hemos de darnos y dar ese tiempo para conseguir el éxito.